Un buen caminante no deja huellas;
Un buen orador no se equivoca;
Un buen calculador no necesita instrumentos de cálculo;
Un buen guardián no necesita ni rejas ni cerrojos,
Y, sin embargo, es imposible abrir lo que él cerró.
El que sabe atar no hace uso de cuerdas ni de nudos.
Y, sin embargo, es posible desunir lo que él ha unido.
Aunque el hombre obrase mal ¿por qué rechazarle?
Por eso el Sabio es siempre un salvador del hombre,
Y no rechaza a ninguno;
Es un salvador de las cosas,
Y ninguna es rechazada.
A esto llamamos doble entendimiento.
Luego el hombre bueno es maestro del malo,
Y el malo, la ocasión de la bondad;
Y aquel que no estime a su maestro,
Y no ame la ocasión de la bondad,
Aunque diligente, estará confuso.
En esto reside la sutileza esencial.
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