No aplaudiendo al ilustre, preservamos al hombre de rivalidad.
No valorando lo precioso, lo protegemos de la codicia.
No revelando lo deseable, lo mantenemos lejos de confusión.
Por consiguiente, el Sabio gobierna:
Vaciando el corazón del hombre;
Llenando su estómago;
Debilitando su ambición
Y fortaleciendo sus huesos.
Lo protege siempre de conocer lo que es malo, y de desear lo que es bueno, y así no permite el triunfo del astuto.
Gobierna por medio de la no-acción, luego, nada hay que no sea gobernado.
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