Imaginemos que gobierno un pequeño país de pocos habitantes.
Mis súbditos tendrían embarcaciones que no utilizarían.
Les enseñaría a temer a la muerte y a no alejarse.
Por muchos carruajes que hubiese, no viajarían en ellos.
Aunque tuviesen armas y corazas, no las mostrarían.
Les llevaría de nuevo al uso de cuerdas con nudos – en lugar de escritura -.
Encontrarían sabroso su alimento;
Ricos sus vestidos;
Cómodas sus casas;
Felicidad en sus costumbres.
Aunque los reinos vecinos se hallasen tan cerca
Que pudiesen oír el ladrido de los perros y el canto de los gallos,
Los hombres de este pequeño reino no desearían nunca abandonarlo.
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